<H2 align=center>ADVERTENCIA A LOS ESOTERISTAS</H2>
Por más que hoy día sea grande el número de movimientos religiosos tanto
heterodoxos como ortodoxos, son muy pocas las organizaciones de esa naturaleza que
inspiran a sus feligreses a servir a sus semejantes, dándoles orientaciones a la vez prácticas
y espirituales. Uno a uno, los diversos cultos están siendo absorbidos por el materialismo y
el espíritu comercial del mundo en el cual por necesidad fueron establecidos. No debe
extrañarnos esto, puesto que muy difícilmente podríamos separar nuestra religión de
nuestra vida cotidiana. Podremos darle múltiples nombres, pero ello no obstará para que la
religión siga reflejando las creencias y el carácter moral de quienes configuran su
organización.
Las formas modernas de vida no son saludables, las organizaciones erigidas por
gente insana no pueden ser normales. El comercialismo ha atacado todas las esferas de la
sociedad, se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida. El género humano de nuestra
actualidad se ha enloquecido con la sed del dinero. Está enfermo de “ventajas personales”.
No hará nada por servir al prójimo; en cambio hará todo lo posible para que su mediocridad
se transforme de la noche a la mañana en un poder comercial. El esfuerzo identificado con
la falta de ética de la competencia es la responsable absoluta de estas condiciones de vida.
La concusión ha eclosionado en todas las manifestaciones de la vida. No hay institución
que no esté tocada, en cierta forma más o menos atenuada, de deshonestidad moral, y dado
que no hay forma de vida que no esté comercializada y pervertida, tampoco podremos
esperar que la religión haya escapado a esto.
La historia no registra prostitución mayor que la que hoy día se enmascara bajo el
nombre de “psicología” y “nuevo pensamiento”. El arte de atontar al público ha
evolucionado desde la bufonada innoble de la Edad Media hasta el pulcro fariseísmo del
siglo veinte. Del mismo modo en que las gaviotas siguen al barco, esta verdadera maldición
de los tiempos contemporáneos ha seguido la cresta de la ola de autosuficiencia y
perversión moral que produjo nuestra era comercial.
Bien entendidas, esto es, aplicadas al servicio de la humanidad, la psicología, la
metafísica y el “nuevo pensamiento” resultan muy recomendables; más aún, sus verdades
constituyen necesidades candentes para la humanidad ignorante de nuestros días. Pero,
¿qué es lo que ha ocurrido? Esos nombres han sido utilizados para concitar toda clase de
infamias, en lo mental, lo moral, lo espiritual y lo físico, a tal grado que hoy día sólo
conocemos la prostitución y la comercializació n de las verdades por las cuales estas
ciencias fueron creadas. Sus resultados se basan en la premisa de que la gente con quien
trabajan, es demasiado ignorante para cobrar conciencia de la injuria que se está
cometiendo con ella.
No debe creerse que estamos atacando los principios que fundamentan esos cultos y
filosofías, como así tampoco la verdad que tales cultos y filosofías representan. Ni
atacamos a la gente sincera que trata de ayudar a otros a formar y desarrollar el carácter.
Sólo atacamos a la perversión de la verdad y a las personas que, ocultando sus crímenes
bajo el manto de la sabiduría, desvían deliberada y conscientemente al público buscando
solamente el engrandecimiento y enriquecimiento propio.
En el capítulo 14, versí**** 30 del Evangelio de San Juan, dice Jesús: “Ya no
hablaré mucho con vosotros: porque viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada de
mi.” La Antigua Sabiduría no es de este mundo, pertenece a una esfera totalmente distinta.
No le interesa a ella mejorar la condición material del individuo desde el punto de vista de
ubicar a éste en posiciones ejecutivas o de rodearlo de opulencia. La Antigua Sabiduría
trata de formar el carácter del ser humano, sabiendo que si se lo lleva a hallarse y a
dominarse a si mismo, se habrá logrado mucho más que si se lo convierte en líder o rector
de multitudes.
La Verdad expresa la síntesis de la Sabiduría Divina. La Verdad es la eterna
realidad de las cosas. La psicología y la metafísica, tal como se enseñan en nuestros días,
no son verdaderas, y las cosas enseñadas bajo la denominación de “verdad” no son nada
mejores que aquellos que las enseñan. Un hecho intelectual no es necesariamente una
verdad, y su mala aplicación constituye siempre una falsedad.
Cuando el individuo trata de ganar eficiencia burocrática a expensas de otros;
cuando asiste a una escuela nocturna con el fin de aprender a ser un ratero moral, cobra el
privilegio de actuar “a su manera”, en la medida en que esté dispuesto a aceptar las
consecuencias del karma. Recordemos que cuando Lucifer decidió rebelarse contra Dios, la
deidad le permitió hacerlo. Es desmoralizador para una comunidad el que la gente crea que
Dios da o autoriza a que se dé clases de astucia comercial, de “ventajerismo”, de impedir
juicios hipotecarios, o que Él recomienda meditar en silencio con el fin de eliminar
cónyuges indeseables. La psicología moderna ha hecho aparecer deshonesto a Dios, tan
deshonesto como las personas que promulgan estas doctrinas. Todo esto obra con efecto
destructivo sobre la vida y la salud del género humano. Veamos algunos puntos en que la
Sabiduría Antigua era firme y la religión moderna es endeble. Los tomaremos del mundo
que nos rodea, del mundo cotidiano, sin necesidad de entrar en abstracciones.
1.- En todo lo que se refiera a la adquisición de conocimientos, la Sabiduría Antigua
dice: “Primeramente, purifica tu propia vida.” Esto quiere decir exactamente lo que dice.
Hasta que el egoísmo no haya sido desterrado del alma del estudiante, éste no podrá tener
ninguna aspiración de conocimiento que le sirva para propósito alguno más alto que el del
estímulo mental. Los cultos psicológicos del mundo moderno pasan esto enteramente por
alto y omiten subrayar las virtudes esenciales de la naturaleza humana; en cambio, ponen
énfasis en los deseos, en los apetitos de cosas que no pueden ser alcanzadas por medios
normales. En un tiempo los hombres morían por la Verdad; ahora la Verdad muere en
manos de los hombres.
2.- Los apóstoles que murieron por su fe, los cristianos que cantaban en la arena
mientras se soltaba sobre ellos a los leones hambrientos, o se los colgaba de estacas para
que, convertidos en antorchas vivientes, iluminasen los jardines del palacio de Nerón, era
gente que dio demostraciones vivas de sinceridad, humildad, honestidad y devoción a los
primeros seguidores de Cristo. El propio Maestro fue guiado a la montaña por los
demonios, y tentado por la visión de las fastuosas ciudades tendidas en los valles. Los
antiguos iniciados fueron tentados por las cosas de este mundo. Buddha, junto a la cuna de
su pequeño hijo renunció a las riquezas de la vida mundana y se decidió por la vida
peregrina del asceta. La gran necesidad de misericordia inundó su alma, y lo sacrificó todo
a su amor grande y desinteresado. Las voces mundanas tientan de continuo a los
estudiantes; sólo los que son fuertes alcanzarán la sabiduría que buscan. El verdadero
ocultista no aspira más que a la sabiduría. Cuando Salomón levantó sus manos a su Dios,
Jehová habló desde los cielos para preguntarle qué quería, y Salomón respondió pidiéndole
el don de la sabiduría. Jehová le preguntó si no deseaba alguna otra cosa; Salomón
respondió: “No; solo quiero sabiduría”. Y Dios dijo a Salomón que por haber pedido
únicamente la sabiduría, le daría además todas las otras cosas, y que a partir de ese día y
hasta el fin del mundo, no habría rey más rico, más grande ni más lleno de bendiciones que
él. Estos son puntos dignos de ser considerados a la luz de la psicología moderna.
No bien escuchamos las palabras de los exponentes modernos de las cosas divinas,
echamos de ver que logran convertir a la gente al ofrecer al ignorante precisamente las
mismas cosas que los maestros antiguos rechazaron como tentaciones del demonio. Los
líderes de los nuevos cultos prometen repetidamente a sus discípulos las “ciudades de los
valles”. Y los crédulos seguidores de tales “maestros modernos” se atropellan unos a otros
para caer a sus pies y aprender cómo, a través de la “personalidad magnética” o la
“gimnasia mental” se puede adquirir las posesiones terrenales que los “maestros modernos”
les han prometido. El crimen no está en desear las cosas de este mundo, pues hasta cierto
punto, esas cosas son necesarias y buenas. El hombre no estaría ubicado en su esfera si no
esperase lograr algún provecho de su estudio y su experiencia. El crimen, el mal, está en
simular que estas doctrinas pervertidas obedecen a una inspiración espiritual y el asumir
que el deseo principal de Dios es hacer que la gente alcance la independencia económica.
3.- Compare el lector a los iniciados de otros tiempos, luchando para convertir a
gente que no podía entenderlos, combatiendo la idolatría y la superstición, tratando de
modelar un concepto más verdadero, más noble de la vida, peregrinando días y días por las
ardientes arenas, como Moisés en el desierto, compare el lector a esas verdaderas mentes
rectoras con las vanidosas mentes “rectoras” de nuestros días, y pregúntese luego a quién
de ellos podría seguir. El género humano jamás ha deseado lo que le hace el mayor bien,
pero, al igual que una criatura, tiende los brazos y llora pidiendo la luna. Hoy el género
humano ignora qué es lo bueno para él; los individuos, en lugar de tratar de desarrollar
simétricamente, armoniosamente, su constitución, han enloquecido tras un sistema de
abracadabra filosófico que promete “algo” por nada, y permuta la sabiduría divina a precios
módicos.
4.- Sin esfuerzo, no hay inspiración; nadie puede cumplir por nosotros las tareas que
a nosotros están encomendadas. La Sabiduría Antigua exigía muchos años de purificación y
de preparación antes de que sus adeptos pudiesen considerarse aptos para impartir aún la
instrucción más elemental. En cambio hay muchos ocultistas modernos que enseñan
volublemente la matemática pitagórica y la numerología, y si uno asistiera sus “clases”
todos los días por espacio de una semana, quedaría pasmado, por cierto en grado extremo,
de lo poco que estos saben. Los ocultistas modernos se extrañan que la mayoría de las
claves de los misterios pitagóricos se hayan perdido para el mundo. La respuesta es simple.
Jamás Pitágoras instruyó a ningún discípulo suyo en ninguno de sus conceptos filosóficos,
antes de que tales discípulos hubiesen pasado por cinco años de la más estricta disciplina:
entre otras cosas, una de las prescripciones de tal disciplina era la de que, durante los cinco
años, no debían pronunciar una sola palabra, de manera de que luego supiesen sujetar la
lengua. Realmente, tendríamos mucho menos trabajo si nuestros psicólogos actuales
dejasen de hablar durante cinco años dado que la mayoría de ellos no predica con más
fundamento que el de la elocuencia que le da un estudio de dos semanas adquirido de
alguien no mejor informado que ellos mismos.
5.- Hay otra clase de gente que discute el problema del infinito con la soltura más
increíble, cuando todavía no ha llegado a ponerse de acuerdo con lo finito. Una de las
reglas más interesantes de la Sabiduría Antigua es la de que ninguno de los iniciados debe
discutir el Absoluto. Explican la hipótesis de la Causa Primera, pero establecen al fin que
ningún ser humano, incluidos ellos mismos, conoce lo suficiente como para emitir una
opinión o una definición inteligente al respecto; y ningún hombre sabio pretende discutir
sobre lo que no conoce.
Cuando preguntaron a Buddha acerca de lo Absoluto, rehusó discutir el tema. El
mismo silencio observó con respecto a los dioses, pues sentía que estaban por encima del
plano de la inteligencia humana. Se le consideró, por consecuencia, ateo o, al menos,
panteísta, cuando en realidad fue su respeto y reverencia a la deidad lo que lo llevó, en su
sublime sabiduría, a dejar de pronunciar palabras cuya insuficiencia no haría más que
profanar las cosas sagradas. Cuando los discípulos de Sócrates interrogaron a su maestro
acerca de lo absoluto, éste rehusó discutir el tema, diciendo que ello sobrepasaba su saber,
amen de que no tenía finalidad práctica en la vida cotidiana. Pero siempre habrá tontos que
se zambullen donde los ángeles no se atreven a entrar. Mientras las inteligencias más
grandes que produjo la humanidad no se atrevían a profanar con palabras lo que
consideraban demasiado sagrado para ser abarcado por palabras, más de una persona sin
información, ni idoneidad, ni nada mejor, trata de impresionar a los ignorantes con la
discusión voluble de cosas que no conoce.
6.- Sólo hay una serie de verdaderos ejercicios en el mundo: los llamados ejercicios
esotéricos. Todas las naciones los han adoptado, agregando alguna modificación necesaria
a las particularidades de raza, color y cualidades orgánicas. Los cristianos tomaron los
suyos de los judíos, los judíos de los egipcios, los egipcios de los brahmans, y, así
sucesivamente ad infinitum. Al dar Buddha una fe a la India, no hizo más que dar una
doctrina para la consideración del pueblo, pues, siendo él mismo un Brahman, siguió el
culto brahmánico de los ejercicios esotéricos. Los así llamados ejercicios esotéricos son
aquellas fórmulas dadas directamente por labios de los iniciados a sus discípulos, bajo la
promesa del secreto más absoluto, con el fin de que tales discípulos practiquen esos
ejercicios para la espiritualizació n, eterización y purificación de sus cuerpos.
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